En España llevamos algunos meses hablando de la escasez de agua debido a las restricciones que se están imponiendo en comunidades autónomas como Cataluña o Andalucía, que experimentan una sequía prolongada desde hace más de tres y cinco años respectivamente. La falta de lluvia está llevando a los gobiernos regionales a tomar medidas extraordinarias como limitar el abastecimiento, construir nuevas infraestructuras o traer agua de regiones vecinas para intentar satisfacer la demanda.
Los cambios en los patrones de precipitación son una consecuencia del cambio climático y sus efectos varían en función de la climatología y las particularidades geográficas de la región afectada por dichos cambios. De hecho, la reducción de precipitaciones no es el único efecto adverso que experimentamos en Europa debido al cambio climático, por lo que nos gustaría hablar de un proceso menos conocido, pero igualmente relevante para el contexto europeo y español: la intensificación de las lluvias.
La intensificación de las lluvias es un fenómeno climático en el que la cantidad de precipitación en una región específica aumenta durante un período de tiempo determinado. Esto supone un mayor volumen de escorrentía, afectando a la gestión del agua en las redes de saneamiento y, de forma indirecta, a la disponibilidad de agua potable. Esto último es debido a la contaminación de fuentes naturales de agua dulce como los acuíferos o las cuencas de los ríos.
Construir infraestructuras como desalinizadoras o mejorar el tratamiento existente en las potabilizadoras es importante porque nos permite aumentar la cantidad de agua disponible. Sin embargo, si queremos ir más allá y atajar los problemas relacionados con el suministro de forma sostenible es importante intervenir sobre todo el ciclo del agua de forma sistémica, actuando sobre todas las infraestructuras para hacer un buen uso de los recursos disponibles.
Es por ello que LIFE RESEAU busca adaptar las infraestructuras ya existentes al cambio climático, velando por un recurso tan valioso como lo es el agua sin necesidad de realizar grandes obras de ingeniería para mejorar su aprovechamiento. Esto se consigue mediante procesos de depuración más avanzados y cuidando de las redes de saneamiento. A esto contribuye la digitalización, que ayuda a medir y predecir el impacto que tienen estos episodios sobre las infraestructuras y el medio acuático para operar y planificar las mejoras de la red.
Hoy, más que nunca, es importante apostar no sólo por la inversión en obras hidráulicas si no también la innovación tecnológica dentro de las mismas para minimizar los efectos adversos del cambio climático en la economía, la biodiversidad y el acceso al agua potable de la ciudadanía.